lunes, 23 de enero de 2012

La cuerda rota del violín


A finales del siglo XIX, un pobre hombre estaba en su humilde casa, apenas tenía dinero no para comprar un mendrugo de pan, vivía solo y en unas condiciones de total miseria, en su casa apenas había muebles y para iluminar sus noches de soledad le acompañaba una pequeña vela cada día mas corta que apenas iluminaba su estancia.
Este hombre era un virtuoso del violín y creaba unas composiciones dignas de un dios del Olimpo, su música era maravillosa, y era su única manera de conseguir unas pocas moneadas al día, ya que se ponía cerca de la catedral de su ciudad a tocar sus composiciones para el que las quisiera escuchar, alguna persona bondadosa se acercaba y le dejaba en el estuche de su preciado violín unas pocas monedas.
Este hombre cuyas composiciones podían deleitar a cualquier corte del momento no era bien recibido por sus colegas compositores ni músicos ya que sus obras eran tan maravillosas que nadie conseguía reproducirlas con un poquito de similitud a como en las había compuesto, por lo que la envidia entre el resto de músicos y compositores era tal que no le permitían actuar en ningún sitio, le habían vetado en todos lados, y no era debido a que su música fuera mala, todo lo contrario era sublime y nadie quería que esa música se escuchara ya que no podían alcanzar esa dulzura en las notas musicales que ese hombre creaba.
Los años iban pasando y aquel hombre continuaba con su vida, para él no era triste aunque pueda parecer lo contrario, el era inmensamente feliz ya que estaba haciendo en su vida lo que más le gustaba y no era otra cosa que su música. Un día y cerca de la catedral estaba este hombre tocando una de sus melodías cuando la desgracia le vino a visitar, una de las cuerdas del violín se rompió y él en un gesto de estupor se quedo más de media hora mirando a su apreciado amigo. Había conseguido apenas una o dos monedas pero no le que do más remedio que ir hacia su casa ya que su única manera de conseguir algo de dinero para poder llevarse algo a la boca se había roto.
Cuando ya estaba en casa y a la luz de aquella pequeña vela volvió a mirar a su amigo durante mucho tiempo, sabía que no tenía dinero para reponer aquella perdida de una sola de las cuerdas de su violín, pero no estaba triste, simplemente estaba meditando la forma de continuar hacia adelante.
Y la verdad es que no era fácil la tarea que le quedaba por delante en su ya difícil vida, sin aquella cuerda ya no podría tocar todas aquellas maravillosas composiciones que había creado.
Pero este hombre que era un luchador nato y tras varias horas de meditación, se puso de nuevo a su querido amigo el violín sobre el hombro y comenzó a tocar nuevas melodías eso sí sin poder poner ni una sola de las notas que dicha cuerda podía producir.
Al principio la música que salía de aquel violín era bastante fea e incluso difícil de escuchar, pero poco a poco fue consiguiendo creaciones aun más bonitas y con más sentimiento que las que hasta entonces había podido componer.
A la mañana siguiente el hombre con su violín volvió a ponerse a tocar cerca de la catedral la música que salía de su instrumento era maravillosa y no tardo en tener cientos de personas a su alrededor escuchando tan bonitas melodías, aquel día su estuche del violín comenzó por primera vez en su vida a llenarse y las monedas casi rebosaban de su interior, el hombre estaba feliz y muy contento, pues ya tenía dinero para reponer la cuerda de su preciado instrumento.
Se encamino hacia la tienda de instrumentos musicales y cuando ya tenía la cuerda en la mano y estaba a punto de pagarla para ponerla en el lugar que le correspondía, miro detenidamente a su violín y tras unos segundos le dijo, “querido amigo muchos días hemos estado tu y yo juntos en la catedral y apenas sacábamos unas monedas para poder comprar un mendrugo de pan, y ahora que estas lisiado he descubierto que la música que sale de tu interior es más sublime y maravillosa que cuando estabas nuevo” el hombre se dio cuenta que si restituía la cuerda rota su violín no volvería a sonar como lo había hecho ese día, por lo que decidió no comprar la cuerda y se dirigió a la pastelería más cercana para poder darse un buen banquete.
Pasaron los años y aquel hombre continuo hiendo todos los días a su cita con la catedral, eso sí siempre en la compañía de su amigo fiel su violín, un día la música ya no se escucho mas en el lugar y no era otra causa que había llegado en final para aquel maravilloso hombre, aunque muchos dicen que si escuchas con atención los sonidos de su violín resuenan en las inmediaciones.

Santiastur 2012

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