A finales del siglo XIX, un pobre hombre estaba en su
humilde casa, apenas tenía dinero no para comprar un mendrugo de pan, vivía solo
y en unas condiciones de total miseria, en su casa apenas había muebles y para
iluminar sus noches de soledad le acompañaba una pequeña vela cada día mas
corta que apenas iluminaba su estancia.
Este hombre era un virtuoso del violín y creaba unas
composiciones dignas de un dios del Olimpo, su música era maravillosa, y era su
única manera de conseguir unas pocas moneadas al día, ya que se ponía cerca de
la catedral de su ciudad a tocar sus composiciones para el que las quisiera
escuchar, alguna persona bondadosa se acercaba y le dejaba en el estuche de su preciado
violín unas pocas monedas.
Este hombre cuyas composiciones podían deleitar a cualquier
corte del momento no era bien recibido por sus colegas compositores ni músicos ya
que sus obras eran tan maravillosas que nadie conseguía reproducirlas con un
poquito de similitud a como en las había compuesto, por lo que la envidia entre
el resto de músicos y compositores era tal que no le permitían actuar en ningún
sitio, le habían vetado en todos lados, y no era debido a que su música fuera
mala, todo lo contrario era sublime y nadie quería que esa música se escuchara
ya que no podían alcanzar esa dulzura en las notas musicales que ese hombre creaba.
Los años iban pasando y aquel hombre continuaba con su vida,
para él no era triste aunque pueda parecer lo contrario, el era inmensamente
feliz ya que estaba haciendo en su vida lo que más le gustaba y no era otra
cosa que su música. Un día y cerca de la catedral estaba este hombre tocando
una de sus melodías cuando la desgracia le vino a visitar, una de las cuerdas
del violín se rompió y él en un gesto de estupor se quedo más de media hora
mirando a su apreciado amigo. Había conseguido apenas una o dos monedas pero no
le que do más remedio que ir hacia su casa ya que su única manera de conseguir algo
de dinero para poder llevarse algo a la boca se había roto.
Cuando ya estaba en casa y a la luz de aquella pequeña vela volvió
a mirar a su amigo durante mucho tiempo, sabía que no tenía dinero para reponer
aquella perdida de una sola de las cuerdas de su violín, pero no estaba triste,
simplemente estaba meditando la forma de continuar hacia adelante.
Y la verdad es que no era fácil la tarea que le quedaba por
delante en su ya difícil vida, sin aquella cuerda ya no podría tocar todas
aquellas maravillosas composiciones que había creado.
Pero este hombre que era un luchador nato y tras varias
horas de meditación, se puso de nuevo a su querido amigo el violín sobre el
hombro y comenzó a tocar nuevas melodías eso sí sin poder poner ni una sola de
las notas que dicha cuerda podía producir.
Al principio la música que salía de aquel violín era
bastante fea e incluso difícil de escuchar, pero poco a poco fue consiguiendo
creaciones aun más bonitas y con más sentimiento que las que hasta entonces había
podido componer.
A la mañana siguiente el hombre con su violín volvió a
ponerse a tocar cerca de la catedral la música que salía de su instrumento era
maravillosa y no tardo en tener cientos de personas a su alrededor escuchando
tan bonitas melodías, aquel día su estuche del violín comenzó por primera vez
en su vida a llenarse y las monedas casi rebosaban de su interior, el hombre
estaba feliz y muy contento, pues ya tenía dinero para reponer la cuerda de su
preciado instrumento.
Se encamino hacia la tienda de instrumentos musicales y
cuando ya tenía la cuerda en la mano y estaba a punto de pagarla para ponerla
en el lugar que le correspondía, miro detenidamente a su violín y tras unos
segundos le dijo, “querido amigo muchos días hemos estado tu y yo juntos en la
catedral y apenas sacábamos unas monedas para poder comprar un mendrugo de pan,
y ahora que estas lisiado he descubierto que la música que sale de tu interior
es más sublime y maravillosa que cuando estabas nuevo” el hombre se dio cuenta que
si restituía la cuerda rota su violín no volvería a sonar como lo había hecho
ese día, por lo que decidió no comprar la cuerda y se dirigió a la pastelería más
cercana para poder darse un buen banquete.
Pasaron los años y aquel hombre continuo hiendo todos los días
a su cita con la catedral, eso sí siempre en la compañía de su amigo fiel su violín,
un día la música ya no se escucho mas en el lugar y no era otra causa que había
llegado en final para aquel maravilloso hombre, aunque muchos dicen que si
escuchas con atención los sonidos de su violín resuenan en las inmediaciones.
Santiastur 2012
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